sábado, 25 de junio de 2016

¿EN QUIÉN CREEMOS?

Suele pasar, y es muy común, que muchos católicos no sepan responder a esta simple - y tal vez es la más básica respuesta que deben explicar con acierto. El hombre, por el "chip" que tiene en su ser -puesto por Dios- y que hace buscarlo (*)  tiene sed de Dios; pero ante la falta de formación y muchas veces por la dureza de corazón no lo reconoce como Único y Trino. En la actualidad, la diversidad de ideologías, creencias, modas, confunden incluso a los bautizados. 
(*) El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios. CEC 27 - El hombre es capaz de Dios.
Confusión real o comodidad.
Ciertamente, en muchos casos es confusión; una clara consecuencia de la falta de conocimiento sobre "Aquel" en quien se cree. Y es así que cuando se hace la pregunta ¿Cómo es el Dios en quien crees? surge una variedad de respuestas, y dicen: "es una energía", "es un sentimiento", "está en todas las cosas", "es un ser que no puedo ver", "es una luz", "es un ser que está en el cielo"... y muchas más respuestas que sería interminable de escribir. Lo preocupante es que son respuestas reales que he recibo tanto de jóvenes como de adultos.

En otros y muchos casos, se ignora la doctrina recibida porque ésta exige una praxis coherente, que aunque viene de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, se prefiere la "creencia" de dioses modernos que van muy en consonancia con populares frases de estos tiempos: "vive la vida y no dejes que la vida te viva", "vive la vida, mientras no hagas daño al otro, todo está bien", "Soy soltero y hago lo que quiero", entre otras. El hombre y en concreto (lamentablemente) muchos cristianos (digo, bautizados) viven como si Dios no existiera, y deben llegar a circunstancias de crisis para volver la cara al único y verdadero Dios. Pero no lo conocen, no saben quién es, no saben cómo es, no se preocuparon por saber de Él, ni de comunicarse con Él, y menos de vivir sus enseñanzas.

Lo que la Iglesia nos enseña: Hay un solo Dios y es Trino
La confesión de la unicidad de Dios, tiene su raíz en la Revelación Divina de la Antigua Alianza. "Escucha Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza" (Dt 6, 4-5)
Y no se queda la enseñanza en el Antiguo Testamento, sino que la Sagrada Escritura, en el Nuevo Testamento, nos muestra con claridad que es el mismo Jesucristo quien confirma que Dios es "el único Señor", y que es preciso amarle con todo el corazón, con toda el alma, con todo el espíritu y todas las fuerzas (Mc 12, 19-30). Deja, al mismo tiempo, entender que Él mismo es "el Señor" (Mt 12, 35-37). Confesar que "Jesús es el Señor" es lo propio de la fe cristiana. Esto no es contrario a la fe en el Dios Único. Creer en el Espíritu Santo, "que es Señor y dador de vida", no introduce ninguna división en el Dios único (CEC 202).
En la Sagrada Escritura encontramos varios pasajes de la vida de Jesús donde se habla de la Trinidad, entre ellos: La anunciación (Lc 1, 35); el bautismo del Señor (Mt 3, 16-17); La Transfiguración del Señor (Mt 17, 1-5); el envío misionero (Mt 28, 19).

Nuestra respuesta debe ser clara.
Es responsabilidad de todo cristiano responder con claridad que creemos en Dios, Uno y Trino. Un solo Dios, tres Personas distintas: Padre, Hijo, Espíritu Santo. Donde el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios. Y donde El Padre no es el Hijo ni es el Espíritu Santo. El Hijo no es el Padre ni es el Espíritu Santo. El Espíritu Santo no es el Padre ni es el Hijo. Es un solo Dios, tres Personas distintas. Este es el misterio fundamental de nuestra fe; el misterio de la Santísima Trinidad.